
-el miedo es ese pequeño cuarto obscuro, donde los negativos son revelados.-
-Michael Pritchard.
Ahí la tenía frente a mí, hermosa,
desnuda, temblando… casi gimiendo, di de vueltas alrededor de ella, observando
cada detalle de su cuerpo, como un lobo saboreando ya su presa, sus senos
erguidos temblaban con el menor ruido, su vagina se veía ya húmeda, y los
labios de su boca se mordían entre sí, lentamente me coloque detrás de ella, con
mis manos tome las suyas de las muñecas y enérgicamente las coloque en su
espalda, y le dije “ déjalas así y no te muevas” di media vuelta y me dirigí a
mi mochila, de ahí tome una cuerda de algodón blanco, la cual doble por la mitad
y volví a donde ella estaba, comencé a atarla de las muñecas, de ella solo oía
un leve gemido de placer, y al terminar de atarla le di la orden de que no se
moviera por nada, oyera lo que oyera, sintiera lo que sintiera, y continúe
diciendo, que de no hacer caso tendría un castigo, pero si obedecía, tendría
una recompensa. Tome la rosa que estaba el suelo y con ella comencé a acariciar
lentamente su cuello, luego sus hombros y de ahí comencé a recorrer con ella
sus senos, al llegar a rosar sus turgentes pezones, ella tembló con fuerza, por
lo cual azote la rosa en su seno y le advertí, “te dije que no te movieras, si
vuelves a moverte te seguiré azotando con la rosa, y así hasta quede el puro
tallo con espinas, ¿entendiste? No vi ni escuche respuesta de su parte y continúe
diciéndole, “ahora son tus senos, después tu vientre, luego tu vagina y
terminare con tus pies, así que prepárate.” Así fue como continúe con verdadera
devoción rosando con los pétalos sus turgentes senos y poniendo más empeño en
sus pezones ya erguidos, pero vi que si entendió, pues ya no se movió, pero su
sudor ya era exagerado, después de varios minutos, deslice la rosa a su espalda
y de ahí continúe hacia abajo, por su columna vertebral hasta llegar a sus
nalgas, aquí es donde me entretuve con las rosa, ya que la hice pasar por en
medio de sus nalgas frotando con firmeza su ano, ahí pase varias veces la rosa,
entonces camine y me puse frente a ella, me incline y pose la rosa en su
ombligo, de inmediato vi como su piel se éxito, pues le salió el salpullido, de
ese de como cuando tienes frio, así comencé muy suavemente, ya que es de
saberse que entre más suave y lento es mayor la respuesta al tacto. Deslice mi
rosa hacia abajo hasta llegar al área púbica, venía bien rasurada, de hecho le
dio la forma de triángulo perfecto, se ve que se preparó para la ocasión, y le
dije con voz fuerte y firme “abre las piernas,” ella así lo hiso y dejo ver que
tan turgentes ya tenía los labios vaginales, muy frondosos, excitados, y comencé
a pasar la rosa en medio de ellos, una y otra vez, en este punto vi como
ligeramente saltaba al pasar la rosa con firmeza en medio de sus labios
vaginales, los cuales ya intensamente húmedos mojaban la rosa, entonces pensé
en castigarle por haberse movido, pero eso lo deje para lo ultimo. Dejé su
vagina en paz y seguí pasando la rosa por el resto de su cuerpo, piernas,
hermosas de verdad, rodillas y pies. Me incorporé y vi que ella ya no soportaba
más, era gemido tras gemido, temblor tras temblor, decidí premiarla por haber
soportado más de media hora por tal suplicio erótico, Así fue como ella comenzó
su inducción a este mundo del bondage. Me incline frente a ella y con las yemas
de mis dedos comencé a tocar muy suavemente sus labios vaginales, ella aun
tenia las piernas separadas, así comencé a acariciarlos, frotarlos en un
movimiento de vaivén, y ella en ese momento soltó un gemido profundo y mordió
sus labios con fuerza, y de pronto junto y apretó las piernas, por este acto le
impuse un correctivo, razón por la cual le di una fuerte nalgada del lado
izquierdo, esto hiso que ella de inmediato volviera a abrir las piernas, me pare y me acerque al
oído, y le susurre, “si vuelves a hacer esto, todo se acaba aquí, ¿entendiste?
” ella asistió con la cabeza afirmativamente, sin decir nada. Volví a
inclinarme y continúe jugueteando con sus labios vaginales, luego me encontré con
su clítoris ya erecto, el cual frote su punta con la yema de mis dedos, suave
muy suavemente, el cual ya libido y erecto se acoplaba perfecto a las yemas de
mis dedos. Ella ya temblaba con frenesí y sudaba mucho, me puse de pie y fui a
donde estaba mi mochila, de ahí tome las
pastilla de menta y me coloque una en mi boca, di media vuelta y regrese a
donde ella estaba y en seguida le dije al oído “te has portado bien, te
premiare por algunos minutos, así que disfrútalo pues podría ser la última vez”
me arrodille, me acerque a su vagina, levante mi mano y con los dedos separe
los labios vaginales, dejando expuesto el clítoris ya muy erecto y suavemente
comencé a lamber, primero suavemente y al paso de los minutos comencé a
hacerlo con más fuerza, así durante casi diez minutos, al ver que ella ya no
aguantaba más… la deje jadeante, extasiada, al punto del clímax de orgasmo,
ella ya casi no se podía sostener en pie, me pare, la tome de la cintura y la
cargue en mis hombros, camine hacia la cama y ahí la deje, recostada, vi como se
retorcía de un lado a otro, en ese momento le dije “te dejare así, pues es tu
castigo por no haber pasado tu primer prueba, te dejare con las ganas, y quién
sabe si más adelante… o algún otro día, o no lo sé, volvamos a intentarlo, pero
por lo pronto así te quedas.” Y antes de darle la espalda, vi cómo se soltó a
llorar, con un llanto profundo e inconsolable, así se quedó recostada, ya más
tarde, me acerque y con mucho cuidado la gire hacia un costado de ella para
desatar el amarre que traía en las manos, me di cuenta que ya las cuerdas
habían marcado su piel, marcas que durarían muchos años más.
Ya después me bañe y luego entro ella a hacer
lo mismo, nos vestimos y salimos de ahí para comer algo e irnos cada quien a su
casa.
