-El alma se coloca en el cuerpo como un diamante en bruto, y debe ser pulida, o el brillo nunca aparecerá.


-Daniel Defoe.



“a partir de ahora serás mía en cuerpo y alma, seremos uno, tu dolor y amor serán míos y vivirás por siempre en mi corazón.“ Dicho esto, me coloque detrás de ella, pose mis manos en sus desnudos hombros, y con ellas sujete su vestido y comencé a jalar hacia abajo, lentamente, poco a poco su vestido al compás de mis manos se iba deslizando por todo su cuerpo, mis manos no perdían detalle de su cuerpo, lo cálido de su piel, el olor a vainilla que transpiraba conforme su cuerpo quedaba al descubierto, de tal forma que su piel por primera vez sintiera la textura de que estaba hecho su vestido, poco a poco lo deslicé por sus senos, cintura, caderas y al llegar a sus piernas, lo solté, el cual, ahí quedo. Su piel morena ya intensificaba el olor a vainilla, por el nerviosismo de ya no traer su vestido, temblaba como hoja al viento, pero de algo estaba bien seguro, no era miedo, ni frio u otra cosa… Era de ansiedad, por primera vez su cuerpo experimentaba el sentir de lo que le rodeaba, su piel se sensibilizo tanto que, al tocar cualquier cosa con ella, sentía su suavidad, aspereza o textura, esta experiencia se da por la falta del sentido de la vista, es increíble como tus otros sentidos se sensibilizan más, a falta de uno de ellos. Pase mis manos por su cintura ya desnuda, y con ellas toque su ombligo y las fui subiendo suavemente, rosando con las yemas de mis dedos, su piel, hasta llegar a su sostén negro y delgado, poco a poco lo recorrí hasta llegar a donde estaba sus broches, y lo solté, sin deja que cayera al suelo lo sostuve de sus copas, que a su vez tenía sus frondosos y turgentes senos, sentí como se erguían sus pezones, pues ya empezaba yo a acariciarlos con las yemas de mis dedos, poco a poco comencé a retirar el sostén de su cuerpo, hasta dejarlo a un lado de nosotros. Mis manos las pose en su cintura y las fui deslizando a cada lado de ella, hasta llegar a tomar con mis dedos los tirantes de la tanga que traía puesta, (una tanga de color negra, con dos tirantes de cada lado y un broche en forma de mariposa) sujete esta prenda con mis manos y comencé a jalar con firmeza,  hacia arriba y hacia abajo, esto ocasiono que la parte baja de esta prenda se introdujera entre sus labios vaginales, ella estática y de pie se veía muy nerviosa, se notaba que le temblaban las piernas, ella doblaba una rodilla y luego la otra, con mucha ansiedad, mis manos ya húmedas de su sudor, empezaron a deslizar esta prenda, poco a poco por todo su cuerpo, muy suavemente, sin dejar de acariciar sus piernas, muslos, pantorrillas y pies.